Cada lugar o espacio es temporal y no tenemos la habilidad de percibir cuanto, somos piezas de ajedrez magistralmente enfocadas con diferentes propósitos y funciones en este juego que llamamos vida. Vida que elegimos con bíblico albedrio y que nada es coincidencial en ella.
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Rompecabezas de mil y una piezas, todas diferentes en tamaño, color, sabor y perspectiva; que juntos formamos una sola imagen con sentido pero separados solo eco y vacio.
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Con diferentes dirección y sentido, objetivos, debilidades, fortalezas y algunos muy similares en color, ideales y carácter. Aunque al final distintos por naturaleza y cada quien una obra maestra. Obra diseñada a la perfección y sin defectos por un gran y único escultor.
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El tiempo se agota y así con el nuestros deseos de sentir maldad y desconfianza. Apoyados en nuestros instintos vamos disolviendo gota a gota nuestro paso por cada lugar que conquistamos haciendo siempre el bien sin mirar a quien.
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Como esa pimienta negra, blanca y roja que entre ellas muy diferentes aunque siempre con buen gusto dan inalcanzable sabor y así nosotros también a todo lo que nos rodea.
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12 de octubre 2008
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